La suerte de los buenos










Leónidas murió cuando tenía catorce años.  Como es natural, sus padres estuvieron desconsolados. Leónidas era admirable en todo cuanto hacía, decía y pensaba.
Los Pérez sufrieron la mayor de las penas cuando la muerte los visitó. Una familia de tres miembros, ya se restaba. No hallaron ningún consuelo durante los próximos ocho años.
Entonces vino otro hijo que llevaría el nombre del difunto, por recomendación de la abuela materna, para paliar el dolor de su pérdida. Felices ambos padres estuvieron de acuerdo, esto ocurría por segunda vez en sus vidas.
Leónidas era de piel blanca, labios rosados y abundante cabellera. Físicamente idéntico al primero. Sus ojos verdes eran la herencia de su madre, a su vez heredada por ella de su padre. Éste Leónidas sólo se diferenciaba del primero por su tontedad ante todas las cosas que hacía, decía y pensaba.
Vivió más, fue más feliz y trajo más vergüenza a su familia que el que vivía en el cielo. A temprana edad ganó fama de antisocial porque rompía los juguetes ajenos. Su suerte radicaba en tener éxito con las mujeres.
Sólo las chicas se atrevían a invitarlo a salir, ya que era muy buenmozo, cosa que aprovechaba para lograr todas sus apetencias. Gozó de muchas andanzas en la universidad, nunca se casó. Era un chulo. Muchas notas excelentes las ganaba acostándose con profesoras infieles. Estudiaba si el examen era de un maestro.
Compró un carro de lujo cuando tenía veintiún años, esto lo hizo más popular. Odiaba la política y la milicia, sabía que sólo sirven para hacerte rico y popular, ambas fantasías repugnantes. Leónidas pensaba mucho en cómo salir de este mundo causando poco dolor a quienes lo querían, no deseaba llegar a ser viejo.
Esta idea la concibió de muy chico. Del suicidio pensaba que dolía y era un fastidio de cobardes. De aquí su mayor dilema,  ¿Cómo un joven saludable y apuesto iba a morir sin quitarse la vida, o al menos no con sus propias manos?
Elena era una estudiante brillante, mujer bonita, simpática hasta causar lástima. Una mujer fácil de amar. Ambos se conocieron en el parqueo de la universidad. Los jueves estacionaban sus carros bien cerca. Las miradas no se separaron más.
Llegaron a dormir juntos durante tres meses cuatro días a la semana. Jueves, viernes, sábados y domingos. La rutina no les alcanzó. El cine, museos, playas. Pocos amigos fueron invitados a su vida de novios. Causaron muchas envidias de solteros que los veían como una pareja feliz.
Elena lo mató porque él no se casaría con ella, Leónidas amaba demasiado su libertad. Un tiro en el pecho no arruinó la belleza del joven. Juntos compraron el arma que acabaría con la vida de él, usando como pretexto que serviría de protección contra los recientes robos y atracos que se habían levantado en los alrededores de donde vivía ella.
Treinta años presa sería el castigo que pagaría. Esta vez los padres de Leónidas no sufrirían, estaban muertos. Cinco meses atrás su padre, tres su madre.
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Víctor Liberato nació en marzo de 1977 en la ciudad norteña Mao, provincia Valverde. Ama los Libros y el Cine.
Devoto del tenis y el futbol (soccer).
No cree en pasado ni futuro. Le gusta el Rock y las Baladas, el café y el ron con hielo.
Estuvo en la universidad, una experiencia que describe como bastante bonita y se hizo Psicólogo. También escribe cuentos 
https://www.facebook.com/UnCuentoMas?fref=ts
Algunos de sus cuentos han sido publicados en revistas nacionales e internacionales tanto en formato físico (papel), como digital: vetas, letras Libres, Ciliya, tiempos oscuros, periódico el Universal (ciudad de Mao), entre otras.
Fiel admirador y lector de la trinidad de la J (Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti y Julio Ramón Ribeyro).
Su Twitter es @LectorEscritor

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